El 10 de junio de 1907, es inaugurada en Bruselas, Bélgica, la Primera Conferencia Mundial de Supremos Consejos del Grado 33º del Rito Escocés Antiguo y Aceptado (REAA), reuniendo a las delegaciones de los Supremos Consejos de Francia, Suiza, Italia, Grecia, Portugal, Bélgica, Jurisdicción Sur y Norte de USA, Canadá, Colón (Cuba), Centro América, México, Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay, Venezuela y República Dominicana. 20 Supremos Consejos de los 26 que compartían en esa época la dirección del REAA en el mundo.

La conferencia fue organizada por el Supremo Consejo de Bélgica y se llevó a cabo del 10 al 15 de junio de 1907, con el objetivo principal de determinar el reconocimiento de los Supremos Consejos regulares en todo el mundo.

Entre las resoluciones adoptadas por unanimidad, destacan las siguientes:

  • La definición y la organización de los Supremos Consejos regulares alrededor del mundo.
  • La defensa contra las organizaciones irregulares y clandestinas, denunciadas por las autoridades regulares del Rito en cada jurisdicción.
  • La unidad del Rito en todo el mundo.

En aquel momento, se experimentaba una expansión global de la masonería, surgiendo Supremos Consejos en diferentes países, tanto regulares (reconocidos por los demás Supremos Consejos) como irregulares (no reconocidos oficialmente). Esta situación generaba tensiones y conflictos dentro de la masonería internacional, ya que no existía un criterio unificado para el reconocimiento de estas potencias masónicas.

La Conferencia de Bruselas abordó esta problemática y estableció una base común para el reconocimiento mutuo entre los Supremos Consejos. La participación de representantes de tantos países permitió el intercambio de ideas, la discusión de normas y la búsqueda de consensos para establecer criterios de reconocimiento más claros y consistentes.

El Supremo Consejo de México desempeñó un papel destacado en esta conferencia. México, como país con una larga tradición masónica, era reconocido por su experiencia y liderazgo. Su participación en el congreso fue fundamental para representar los intereses de la masonería mexicana y contribuir a la definición de los criterios de reconocimiento.

Los resultados de la Conferencia de Bruselas fueron significativos. Se estableció que los Supremos Consejos deberían cumplir ciertos requisitos, como la regularidad en su constitución, la adhesión a los antiguos límites territoriales y la observancia de los principios del Rito. Estos criterios permitieron distinguir entre los Supremos Consejos regulares y los irregulares.

La determinación de estos criterios de reconocimiento tuvo un impacto duradero en la masonería internacional. A partir de la Conferencia de Bruselas, se promovió un mayor respeto y cooperación entre los Supremos Consejos reconocidos, fortaleciendo la unidad y la fraternidad masónica en todo el mundo y entando las bases para futuros encuentros y acuerdos internacionales.